Durante 5 años construimos un profesorado desde una pedagogía de la presencia. No solamente por encontrarnos en un mismo espacio físico docentes y estudiantes, sino también porque nos propusimos tener una práctica contextualizada. Frente a la pregunta que nos hacemos siempre ¿cómo aprendemos y cómo enseñamos?, la respuesta la encontramos en nuestro barrio, en nuestra ciudad y en la Patria Grande. Así es que en las asambleas charlamos sobre urbanización, sobre el golpe de Estado en Bolivia y sobre el cierre de los 29 Institutos de formación docente de CABA, entre otros. Lo que que nos pasa como mujeres, como migrantes, con el contexto socio-económico siempre está presente. Frente a ello, la salida siempre es colectiva, y como muchas instituciones educativas, es un camino que fuimos construyendo entre todxs. Por eso nos organizamos para comprar fotocopias, estamos atentxs a lxs que faltan, organizamos viajes para aprender.
La pareja pedagógica es el diálogo, el contacto con otrx que hace más democrática la relación educativa. Mirarnos, preguntar y participar. Lxs estudiantes organizadxs y cuestionando. Así hemos decidido construir el proceso de aprendizaje de lxs profesorxs de educación primaria en el Dorita.
Un día, hace poco y sin aviso, llegó la pandemia y con ella, la profunda convicción que tenemos que cuidarnos, además de la confianza en nuestro Gobierno Nacional en qué hacer para ganarle al virus.
¿Qué hacemos? ¿Cómo hacemos? ¿Cómo mantenemos esa presencialidad central en la práctica docente? ¿Cómo logramos que la escuela siga siendo un lugar de construcción de comunidad organizada?
Primero, el domingo antes de que comience la cuarentena obligatoria, nos reunimos en una casa entre profes. El sábado anterior había salido la resolución para que el nivel superior tenga medidas de cuidado. Ese mismo domingo después de la reunión se suspendieron las clases. Así, rápidamente tuvimos un nuevo encuentro entre profes, esta vez por Zoom, para tomar algunas definiciones entre todxs. Porque la salida sigue siendo colectiva. Tres convicciones:
– Tenemos que garantizar el derecho a la educación.
– Como organización e institución tenemos que poder acompañar y saber qué pasa en la vida de nuestrxs estudiantes.
– Tenemos que generar identificación con la institución.
¿Cómo? Cuadernillos cada 15 días, grupos de WhatsApp para tener clases en el día y horario de la materia, tutorías a cargo de lxs profes, cada unx sigue a cuatro estudiantes. También, hicimos un relevamiento para conocer cuál era la relación de lxs estudiantes con la tecnología, para quienes no tienen ninguna acceso se imprime y se reparte en tres puntos del barrio, donde después retiran según cercanía.
Desde El Hormiguero tratamos de dar respuesta a las diferentes problemáticas socioeconómicas que tiene el barrio y nuestrxs estudiantes: gestión del IFE, bolsones de mercadería, información sobre canasta alimentaria de escuelas, etc. Construyendo leyes que garanticen el acceso tecnológico y a la conectividad, porque creemos que el acceso a la tecnología debe ser un derecho.
No son respuestas definitivas, nos seguimos encontrando por Zoom, escuchamos a lxs estudiantes respecto a cuáles son las metodología que les resultan y cuáles no. ¿Estamos haciendo bien? A veces creemos que sí y a veces dudamos, una duda que nos pone en acción a pensarnos, a buscar y rehacer.
La experiencia en cada materia se comparte. Se nos pone la piel de gallina cuando participan muchxs estudiantes en el WhatsApp, cuando pudimos resolver algún trámite burocrático o llegan los cuadernillos impresos.
Aunque cada unx esté en su casa, la comunidad educativa organizada poniendo compromiso, el cuerpo y amor, mucho amor, permite que estemos construyendo nuevas teorías pedagógicas desde la práctica. Nunca vamos a olvidar este momento histórico, porque aunque estemos en casa, seguimos construyendo y aprendiendo. No hay héroes y heroínas, sí hay personas. Como dice Pablo Ramos, elegimos sentir nosotrxs.